En el año 23, la vida, caprichosa,
me incitó a recorrer la Costa Rica venturosa.
De costa a costa, mi andar se extendía,
testigo de su gente en su día a día.
Los órganos del turismo y la economía,
en mi travesía mostraron su valía.
Breves instantes, capturé con fervor,
reflejos del país, su esencia y su pavor.
Aunque mi mirada, a veces pesimista,
quizás capturó un matiz, una pista.
En cada rincón, un pedazo de historia,
en cada vista, la desigualdad más notoria.
De aquel orgullo que tanto presumía,
levemente notaba su agonía.
Quizás mi trato con el desencanto
permitió ver lo bello en este llanto.
me incitó a recorrer la Costa Rica venturosa.
De costa a costa, mi andar se extendía,
testigo de su gente en su día a día.
Los órganos del turismo y la economía,
en mi travesía mostraron su valía.
Breves instantes, capturé con fervor,
reflejos del país, su esencia y su pavor.
Aunque mi mirada, a veces pesimista,
quizás capturó un matiz, una pista.
En cada rincón, un pedazo de historia,
en cada vista, la desigualdad más notoria.
De aquel orgullo que tanto presumía,
levemente notaba su agonía.
Quizás mi trato con el desencanto
permitió ver lo bello en este llanto.










