Diversas en colores, en formas singulares,
las flores en el jardín son un don sin par.
Cada una con su encanto, cada cual, en su esplendor,
todas deslumbrantes, en su propio fulgor.

No nacen para otros, nacen para sí mismas,
como el loto que emerge, entre las brumas mismas.
Guardan en su esencia, belleza y fortaleza,
brotan con gracia, desafían con destreza.

Capaces de dar vida, de sanar con ternura,
llevan en su ser, la luz que todo cura.
Entre espinas y pétalos, su magia se revela,
con un brillo que inspira, y una fuerza que consuela.

Más han sido maldecidas, con una idea errónea,
que solo son adorno, ignorando su armonía buena.
Pues por ellas, los hombres caminan en el jardín,
es su esencia y su fuerza, lo que les da el sentir.
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